Mimercocésares Formica scriptoris caesarsomnitor Por Rasèc Outis1
Terminado el corto proceso larvario me miré repetido en una infinita cantidad de veces, es decir, había un gran conjunto de césares idénticos a mí. Y debido a una programación que comenzaba a gestarse desde el momento de la concepción de cada uno de nosotros (la mía y la de los otros césares), pensábamos de igual manera.
* * *
Nos encontrábamos parados junto a una enorme roca que coronaba la cima del cañón, en el fondo se podía advertir un río que cortaba el lugar dando origen a una extraña convergencia de charcas y árida arena. No recuerdo si todos nos asomamos a ver al precipicio, pero estábamos conectados de tal forma que lo que veía uno lo percibíamos todos. En algunos de los charcos del río era apedreada una manada de cerdos descomunales por parte de unas extrañas criaturas que las seguían en su escape hacia la vida. Uno de los césares exploradores estaba en la parte baja y lo suficientemente cerca y bien escondido como para ver con mucho detenimiento a aquellos seres. Eran los Heyos, antropomorfos de corpulentos cuerpos cubiertos casi en su totalidad por largas crines de color café oscuro satinado, su parte pectoral se caracterizaba por ser de un cuero liso y blanquecino carente de vellosidad y creador de un contrastante y llamativo efecto de colores.
Miré (o alguno de los césares los vio que es lo mismo) cómo atacaban a pedradas y a golpe de garrote a un cerdo gigantesco y barbado de color negro, con enormes colmillos curvos que chillaba horriblemente de dolor y de impotencia. Sus macizas patas comenzaron a ceder hasta doblarse, cayó y quedóse sobre su costado izquierdo, dejó de luchar hasta que el último residuo de fuerza le abandonó, momento justo en el que el más grande de los heyos le rompió el espinazo de un formidable golpe. El suspiro titánico de aquella bestia creó una fuerte cortina de viento que a su vez levantó una nube de blanca arena. Cumplido el propósito, comenzaron a despedazarlo. Mientras tanto los demás miembros del hato corrían en desorden entonando un cántico ensordecedor de rebudios terroríficos.
Uno de los césares que estábamos en la cima del cañón comenzó a juntar piedras en un pequeño montículo, luego las fue lanzado (no estoy seguro si era yo) con su honda; los demás seguíamos (o seguía) con la mirada el recorrido que éstas hacían hasta caer. Los heyos no advertían el ataque que les lanzábamos (o les lanzaba)… hasta que una roca impactó en una de esas lanudas criaturas fragmentándole el cráneo y derribándola en el acto, cayó junto a su cría la cual estaba asida de su vientre y de su pelaje, los demás miraban furiosamente hacia todas direcciones buscando al osado que se había atrevido a hacerles semejante desafío. Uno de los heyos nos miró e indicó con un rugido nuestra (mi) posición. Y movidos por un fraternal sentimiento de venganza comenzaron a apedrearnos, y yo miraba (o mirábamos, o alguno de los otros césares lo hacía) como las enormes piedras que arrojaban nos pasaban tan cercanas, casi impactándonos. Los heyos fueron trepando por el risco con una agilidad pasmosa. Apenas tuvimos tiempo de correr. Volvimos a la gruta por la cual habíamos llegado a la cima del cañón, huíamos muy a prisa…
Entramos a la cavidad de la gruta y tomamos hacia la parte baja del cañón, corríamos con todas nuestras fuerzas, aquel pasadizo oscuro y húmedo parecía interminable…
Calculo que iríamos por la mitad ya que ninguno de nosotros logró ver la luz que nos esperaba en el otro extremo de la cueva… Era demasiado tarde, el último de los césares que corría fue el primero en ser capturado y muerto a golpes; en tanto que otro nutrido grupo de furiosos heyos corría hacia nosotros desde la parte baja del cañón acorralándonos con los que venían detrás.
Me detuve (nos detuvimos) un instante… y sin meditarlo me lancé (nos lanzamos) de frente contra aquellas sanguinarias bestias… Comenzamos a blandir nuestras hachas de obsidiana y martillos de pedernal, descuartizándolos y magullándolos fuimos mermando sus huestes...
La batalla fue feroz y larga, pero nos superaban en número y poco a poco comenzaron a matarnos (a matarme)… hasta que me vi reducido a uno; fueron rodeándome mientras yo les miraba con dureza. El más grande de los heyos sostenía en sus poderosas manos una maza de piedra y se me fue acercando lentamente para sembrar el miedo en mí y hacer más dramático el preludio de la muerte. Lo esperé, y cuando estuvo lo justamente cerca de mí, le arrojé el hacha haciéndola girar con mucha fuerza asestándole un golpe mortal en la cabeza, no le dio tiempo de quejarse siquiera, cayó de rodillas manando un líquido opalino de la herida. Los demás se quedaron atónitos mirándome, hasta que otro que le seguía en tamaño y fuerza al heyo que había asesinado, se lanzó contra mí con un enorme hueso y descargó toda su ira hasta el cansancio, los demás también dieron cuenta de mí.
Mientras todo esto acontecía en el interior del cañón, uno de los césares exploradores (quizás yo) nos había llevado a los césares recolectores en una numerosa expedición hasta donde estaban los restos del enorme cerdo, los recogimos y tomamos el rumbo hacia la colonia.
Llegamos a nuestra calzada de mármol y una nutrida legión de césares nos esperaba (yo les esperaba), nos sentimos seguros, atravesamos el pórtico que nos llevó al interior de la colonia y depositamos nuestra carga en las habitaciones del alimento. La guarda fuimos los últimos en entrar luego que cerráramos la puerta.
Hemos vuelto todos los césares, recorro las galerías subterráneas, nos sumergimos en la profundidad de la tierra, estamos reuniéndonos, yo les he convocado. Me veo… miríadas de césares habemos en la antesala de la gran Cámara del Lapislázuli y del Jade. Aparecen los césares alados, descorro el telón e invito a entrar a los demás. Vemos las paredes de jade, los techos de lapislázuli y columnas azules y verdes. Toda la habitación contiene esculpidas en su superficie nuestra historia. Es enorme, nada escapa a la memoria conocedora de la cámara. Algunos miran (observo) el principio, después de la funesta destrucción del sistema anterior. Existe en esta zona la formulación de cómo los césares llegamos a ver la luz, nuestra eclosión, nuestro inicio…
Antes de llegar al final de la cámara (que los demás lleguen), termino ( o alguno de los otros césares termina) de esculpir el último capítulo de la vida de los Mimercocésares, cuenta de la derrota en la batalla contra los Heyos.
1. Obra no publicada.
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DIJO1
Por Raséc Outis
cesar_anto2415@yahoo.com¿Cuántas veces dijo mi padre?
(¿Cuántas veces ya no dirá?):
De Dios somos imagen y semejanza.
A muchos enseñaba
del que a su imagen y semejanza nos creó.
Y después de todo ¿es en mí su imagen?
Y en la total humanidad ¿es su semejanza?
―Jehová Dios, mi padre decía ―con su verbo
al mundo luz ha dado, abrir el mar ha podido
con su habla Jehová.
Y, al apelar a la minúscula divinidad
que su imagen, que su semejanza proporciona
Levántate, le he dicho a mi padre.
Levántate, le grité.
Levántate, le he susurrado.
Levántate…
Levántate, he suplicado.
Mas, se queda quieto en su sueño infinito,
inconsciente absoluto.
¿Cuántas veces dijo mi padre?
1. Obra inédita.
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Quilates de cultura
Por Dennis Durón Dávila
No se sabe con certeza cuando surgieron los cuentos y mucho menos los contadores. De lo que sí se puede dar fe es que desde tiempos muy remotos el hombre ha sabido usar el velo de la ficción como recurso para exagerar realidades, defender virtudes y criticar defectos. Con el transcurso del tiempo esas historias impregnadas de folclore dejaron de ir de boca en boca y se alojaron en la palabra escrita, permitiendo así el deceso lento de la espectacular simbología que hizo crecer el acervo cultural: la Tradición Oral -Literatura Oral que ha jugado un papel importante en la vida de cada habitante. Nuestro país no está exento de ese proceso y menos de esa maravilla que cada pueblo tiene a mano. Todavía hoy podemos encontrar a esos encantadores de fogatas y de noches de luna, que con inflexiones de la voz, ademanes y gestos en el rostro nos hacen transcurrir en el tiempo, despojarnos de estereotipos impuestos y adquirir con animado afán la forma primera de una joya literaria. Es por esa razón que este artículo, seduciendo lo que se abandona, ha querido presentar una descripción de la importante recopilación de la tradición popular (folclore) de toda Honduras que realizó el Dr. Jesús Aguilar Paz, el libro "Tradiciones y leyendas de Honduras1". Destacaremos, principalmente, el proceso y algunos de los temas que aparecen en el libro que resultó de dicha investigación (fortuita, a fin de cuentas, en un marco muy concreto: el interior del territorio nacional hondureño, mientras delineaba la superficie de su terreno para luego realizar el mapa de Honduras). Dejando evidenciado lo relevante que ha sido este trabajo es valido decir que, a la altura de grandes recopiladores y autores europeos (como Perrault y los hermanos Grimm), Aguilar Paz, su colección de tradiciones orales -cada relato contenido en este libro-, resume los nexos que hay entre los pueblos de Honduras, huellas o voces bajas que se fueron desconstruyendo en el tiempo, pero que a su vez cuentan y trastocan misterios que probable u originalmente eran historias de antiguas sociedades lejanas que no nos pertenecían.
Para conocer un poco del Dr. Jesús Aguilar Paz, diremos que nació en Gualala, Santa Bárbara, el 15 de octubre de 1895. Se graduó de maestro en instrucción primaria en la Escuela Normal de Varones de Tegucigalpa, en 1914. Se desempeñó como Secretario y Sub-director de la Escuela Normal de Occidente en la ciudad de La Esperanza. Recibió el título de Doctor en Química y Farmacia en la Universidad Central de Honduras. Fue Decano de la Facultad de Química y Farmacia, de 1950 a 1953. Estuvo casado con María Eva Cerrato Flores (lo hizo en el año de 1927, en la ciudad colonial de Pespire). También, fue Presidente de la Asociación de Farmacéuticos de Honduras, Delegado para Honduras ante la UNESCO, Diputado al Congreso Nacional, Presidente de la Sociedad de Geografía e Historia de Honduras. En 1969, recibe la orden Ramón Rosa, por sus altos méritos a favor de Honduras. Y el premio Nacional de Ciencias en 1971. Es autor del mapa general de la República de Honduras, para lo cual recorrió el país por su propia cuenta, desde 1915, hasta 1933. En la misma época levantó el croquis de los municipios de la Republica. Ambas obras contienen miles de toponimias de origen indígena. Además fue campesino, pastor de vacas, artesano tejedor de sombreros de palma, bibliotecario, botánico, caficultor, filosofo, historiador, arqueólogo, antropólogo, folclorista, lingüista, literato, poeta, dibujante virtuoso, músico (tocaba el acordeón), construyó una presa en el río Jacaleada, que soportó los huracanes "Francelia" y "Fifí", inventor (inventó un candado de combinación sin llave).
Escribió:
Laberintos de Alquimia. Tegucigalpa, 1918.
Tradiciones y Leyendas del País. Tegucigalpa, 1931.
Flora Nacional. San Salvador, El salvador, 1938.
Interpretación Química y Ley Periódica Universal. Tegucigalpa, 1947.
Educación Fundamental para Honduras. Tegucigalpa, 1948.
El Alfabetísmo en Honduras. Tegucigalpa, 1949.
Nueva Escala Estereoscópica de los Elementos.
Toponimias y Regionalismos de Honduras. 1970
El refranero hondureño. Tegucigalpa.
El Dr. Jesús Aguilar Paz falleció en Tegucigalpa el 26 de junio de 1974 (Su hijo, el Dr. Enrique Aguilar-Paz Cerrato, escribió su biografía con el nombre de "El Alquimista de Gualala", 1995).
"TRADICIONES Y LEYENDAS DE HONDURAS"
El Dr. Jesús Aguilar Paz, motivado por la cartografía, mientras levantaba nuestro mapa, desplazándose de un sitio a otro, consigue recorrer el territorio nacional, expedición que le orilla a conversar con ancianos y personas que dominaban las tradiciones de cada sitio que visitaba. Este libro surge de esas charlas, pero antes de ser publicado su texto original, el Dr. lo envió al concurso Nacional de 1930, en la rama de folclor, decisión que le hizo obtener el primer premio, comprometiendo a los organizadores a su publicación -Convenio que no se cumplió. La obra fue revisada y aumentada dos años antes de su muerte.
El Dr. Jesús Aguilar P., con una actitud crítica, decía odiar la indolencia de nuestro pueblo a sus tradiciones. Era poseedor de un nacionalismo hondureño posesivo y este libro, es un leve ejemplo de ello. En esa época, los estudios etnográficos apenas comenzaban, el por qué de la pobreza de la heredad legendaria de las tradiciones era desconocido por Aguilar Paz, y había muchas dudas en relación al nombre y origen de las regiones, aunque ciertas toponimias se notaban en unos pueblos y otros, dejando la posibilidad que habían sido conquistados entre sí.Según su juicio, Aguilar Paz, menciona dos motivos por los cuales es probable se haya dado el olvido de la tradición:
a. "(...) las invasiones desastrosas, de seguro las consumadas por tribus caribises, chichimecas o vernáculas, como la de los Lencas. Siendo estas corrientes migratorias tan primitivas y salvajes, es de creerse que carecieran de los frutos de la leyenda. Quiero decir, por ejemplo, que los chichimecas eran tan rústicos, como su nombre lo indica, que su época literaria recordativa y folclórica, fue posterior, cuando se inició su engrandecimiento en las orillas del lago Pátzcuaro, en México, lo que quiere decir que sus tribus disgregadas, estaban en un lamentable estado de atraso, sea que ellas hayan pasado por este país o que posteriormente hayan venido en son de conquista, lo que no es remoto, debido a las persistentes trazas filológicas, que he encontrado (...). Esto nos es más que una simple conjetura."
b. "Las incursiones de los salvajes zambos, hicieron mucho mal al orden colonial y varios pueblos se destruyeron por esa causa y se alejaron hacia el interior, donde la presencia de las autoridades era mayor garantía para sus vidas y propiedades."
Y con respecto a la leyenda dice:
"(...) para que la leyenda, la fábula y la tradición puedan brotar y conservarse, luciendo sus galas hiperbólicas, forzoso es que el ambiente natural y social, les formen un nido confortable; entonces con kilates de una cultura superior, surge el simbolismo trascendente o religioso y las deidades, en el cielo de lejanas teogonías, tejen el delicioso velo de la leyenda."
"Tradiciones y Leyendas de Honduras", más que resumir relatos y comentarios sobre la tradición, registra razones proverbiales y famosas de un país con el rostro de cada uno de sus ciudadanos.El libro contiene geografía y antropología, descripciones de minas y tesoros escondidos, canciones de infancia y de amor, coplas, bombas, poesías populares, adivinanzas y hasta el azoro de cuentos sobrenaturales.
Según Francisco Salvador (15 de octubre de 1989 -día que se finalizó el prólogo-):
"(...) junto con el Mapa de Honduras y la Flora Tradicional, "Tradiciones y Leyendas de Honduras", constituye el triangulo -del monumento que Aguilar Paz deja a nuestra identidad y cultura (...)".
El Dr. Aguilar Paz quiso proyectar en papel lo que se le había transmitido en palabras. Logró una colección no basada en el total del origen de nuestras "tradiciones", sino en lo poco que nos queda, pues conociendo lo blanda que es nuestra memoria, el escaso interés demostrado hasta ese momento y las diferentes circunstancias que provocaron fueran desapareciendo en el tiempo, se consiguió este libro, un catálogo, pudiera pensarse que en algunos casos falto de referentes veraces, pero cargado de emotividad individual, concepciones peculiares, experiencias sensibles y moderadas reconstrucciones. Voces suficientes que nos hacen revivir, aunque sea en un minuto, el miedo, la carcajada, la picardía, el peso moral y la espiritualidad que nos hizo vibrar alguna vez, de niños o, de correr con suerte, hace pocos días, meses o años.
FORMA
En este país predominantemente oral, "Tradiciones y Leyendas de Honduras" suma, recrea y expone de manera directa, historias de la historia, donde también interviene la geografía, la iglesia, el cancionero, las costumbres, la poesía, la leyenda y el cuento sobrenatural, todo fraccionado en relatos cortos que acaban por enriquecer y consagrar el origen nacional, la base de la memoria colectiva de esta tierra. Se desconoce el método que utilizó el Dr. Aguilar paz para recopilar este libro, la cantidad de informantes -que se cree fueron muchos-, las condiciones, las horas. Pero lo que sí está claro es la técnica con que se incorporó a la narrativa oral-escrita contemporánea, historias, según se entiende, de su propia apreciación, que constituyen una valiosa prueba del mundo frecuente y de los sucesos cotidianos.No hablaremos de todas las partes pero sí de algunas que son interesantes y que se hacen notar por si solas (las que no necesariamente son conocidas por todos en Honduras), ya sea por ser símbolos culturales o por el carácter enigmático que ha convertido a cada miembro de su sociedad en emisores del mensaje comunicativo.
A- Tradición Histórica
Ésta es la primera parte del libro, la que se centra en el arte de enseñar, propiamente: instruir. Nos adentra en el estudio de la historia de Honduras, en los distintos nombres que han cubierto el territorio de lo que hoy es esta republica. Apoyándose en historiógrafos como el Dr. Alberto Membreño o el costarricense Peralta (del cual, en su obra, sólo aparece su apellido), el Dr. Aguilar Paz hace mención del nombre: Hueymollan, traducido a: "gran mercado de comidas condimentadas con chile", o yéndonos a la más propia traducción: Guaymura, nombre de la región vecina al puerto de Trujillo.También se hace alusión a Higuera o Higueras, uno de los viejos nombres con que fue bautizada esta tierra. Y a la celebre frase que según Aguilar Paz no la dijo Colon sino unos marineros que buscaban a Cortés en Trujillo: "Gracias a Dios que hemos salido de estas honduras", por lo quebrado del terreno.
B- Brujería y superstición
Esta es una parte que comúnmente, en cualquier lugar, es muy elegida por los transmisores (contadores) debido a la inquietud de los receptores (oyentes). En ella se alude a los mensajes inevitablemente confrontados con lo esotérico (para establecer -"indirectamente"- reglas y evitar conductas deplorables -dentro de su sociedad-, también, como un servicio médico, o simplemente para agradar el momento en una reunión): ritos, santería y brujería, las transformaciones antropomórficas, los pactos con el diablo y los seres míticos como el duende.Como ejemplo de ritos podemos mencionar la prueba de La Tapúa: ciencia secreta de los Jicaques, grupo étnico extendido desde las montañas de Chasnigua, en el departamento de Cortés, Valle de Sula, Montañas de Mico Quemado y Nombre de Dios, la Costa Atlántica, Valles de Ocomán y Yoro, hasta la cuenca del Yaguala, ya en Olancho. No son todos los Jicaques que conocen este ritual, pues "se necesita mucho valor para llevarlo acabo" -se transmite de padre a hijo. Por medio de La Tapúa se saben las cosas por venir y se ve a la distancia. Consiste en dos cuerdas de pita, con unos nudillos, con los cuales juega el entendido, reza algunas oraciones y nombra a Marotaz -en dialecto jicaque, o sea el Diablo. Al cabo de algunos minutos, el de la prueba dice: "mira ya lo que deseas" formando dos gazas con las pitas o cordones, como ojos, y se pide a los interesados que hagan sus preguntas.
C- Costumbres populares
A esta parte le corresponden los hábitos establecidos por la Tradición Oral, que han adquirido mucha fuerza con los años, formando el carácter distintivo de una nación, un pueblo y las personas que habitan en estos lugares. Dentro de estos podemos encontrar a los famosos Guancascos2 (encuentros de santos) y a los bailes de fiestas patronales. Una danza que aparece dentro de esta parte es la Danza de la Serpiente. En tiempos pasados se afirmaba que Gil Gonzáles Dávila vino a estas tierras y se acercó a los Valles de Olancho y Jamastrán y encontró unas tribus que usaban extraños ritos, entre otros una danza llamada Danza de la Culebra (o de la Serpiente), la que llamó mucho la atención de los conquistadores. En el momento de esta recopilación, y por supuesto hasta hoy, la danza se ha perdido, no puede reconstruirse. Entonces, ¿por qué presentó algo que no puede describirse?, porque lo interesante de este apartado no es en sí la danza, sino el hecho que, como todo folclorista (folclorólogo), el Dr. Aguilar Paz se muestra apesarado en su reseña, pues le lastima que no quede huella de dicho hábito. Y la otra razón, aún más interesante, es que esta danza no se conserva por tradición, se perdió la costumbre de ella.
Para finalizar, el Dr. Aguilar Paz se nutre de las voces (información incomunicada), raíces inexplicables, atiborradas de simbolismo, de otras generaciones que aún se conservan en este presente que fue su futuro, lo que representa nuestra cultura popular. Logra estrecharlas con la literatura escrita en sus canciones, coplas, leyendas, fabulas, relatos, ritos, bailes, y los reproduce, pero esta vez colmados de literariedad. Sin dejar de lado el espacio y tiempo que les ha permitido por generaciones seguir vivos.
NOTA: La literatura oral más que una consecuencia es un resultado favorable y enriquecedor a nuestra historia, por su contribución a la tradición oral. Lo que a fin de cuentas es un testimonio de tierra y de cultura, el eco de una voz de generaciones de antaño.Cada rito, cada anécdota, cada costumbre, nos viste y le pertenece a la literatura indígena, donde ésta, más que un filtro o catalizador, es un puente que nos conduce al conocimiento y a la responsabilidad de aceptar y mantener vivo nuestro pasado.
1 Aguilar Paz, Jesús. Tradiciones y Leyendas de Honduras. Tegucigalpa, Honduras: Editora Museo del hombre hondureño. 1972.
2 Guancascos: celebración de visitas recíprocas de imágenes patronales, entre dos pueblos vecinos, el día de sus respectivas fiestas patronales -Anne Chapman.
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XI1
Por Gregorio Torchia
De caminos tempestuosos traigo ramos a sus pies;
Vengo a esparcir mis clamores inocentes.
Temo que mi vida pobre sea juzgada en un revés
Y témola de su censura, finalmente.
Para nada me importó el tiempo del viaje,
Ni mi muerte que usted pueda conjurar.
Este amor que yo pretendo y hoy le traje
Es el sueño de mis manos por sus ansias bien amar.
¿A cuantos caballeros ha mandado usted a volar?
Sólo espero no sumar la parte mía.
¿A cuantos trovadores no ha querido usted escuchar?
Si la aman en sonora melodía.
Mi poema es alma pura si le sirve;
Abundante en “Dios confieso” y peligroso,
Porque sí mi honrada voz la vuelve libre
Bañará su corazón de mil hinojos.
Y plantado en un gemido con la fuerza de llorar:
¡Cien espadas me han herido en airosa tempestad;
Mas ninguna como ésta han resueltomé espantar!
Mi señora, soy devoto en ventura a su razón,
Ya sus ojos se enclavaron en mi gallardo corazón.
Oscura noche, y sólo su luz me guía,
Señora mía… le doy mi contemplación,
En la alborada de una gana que me ardía
Soñé su diestra, ya aventurero no soy.
Os concédame señora… ¿qué resuelve su merced?
Por lo que diga estaré yo bien servido.
1. Torchia, Gregorio. "Tallos de ceniza". Papillium Editores. Tegucigalpa, Honduras, 1943.
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EL MANCEBO Y LA MOZUELA
Por: Fernando Martorell
En nuestros días, resulta bastante curiosa la disposición que algunas personas piadosas tienen a los juramentos que se ordenan en la fantasía. Ciertamente, dependemos de los ideales y del ánimo para que lo irreal nos dé resultados prácticos, cuando el primer impulso de razón o la base de toda voluntad solemne, se exagere y alcance un falso pensamiento con el que nos enfrentemos y definamos luego como un simple cuento de figuración vana de la inteligencia o una burda e inconclusa historia de amor. Siendo el caso, “real” es la palabra que define nuestra leyenda, aunque para muchos que la saben no lo sea y solamente les refleje espera, entrega y dolor; un pasado y un bendito corazón; impresión, sobrecogimiento, escalofrío. Lo cierto es que no hay uno solo que al sentir tales cosas o recuerde los detalles, no sienta pena, se estremezca y musite una oración entre los dientes.
La fecha y su nombre se desconocen, sólo dicen por ahí que en la ciudad de Gracias, departamento de Lempira, a orillas del río Mejocote, vivía una muchacha muy linda, muy interesante, envanecida como ninguna y despreciativa como la más. Que tuvo infinidad de pretendientes pero que uno solo no consiguió conquistar su sensible corazón. Mas un día llegó al pago donde vivía un forastero que se enamoró perdidamente de ella, sin que tampoco él le fuera enteramente indiferente. Sin embargo, de por medio estuvo su orgullo, como he dicho, de modo que bañada de arrogancia y de cierto exceso de estimación propia ahogó el amor que el joven había logrado despertar en ella con la frialdad que constituía el rasgo principal de sus inconexas y peculiares características. Pese a verse en repetidas ocasiones y confesarle aquél su inmenso cariño, no consiguió obtener una mísera respuesta definitiva, ni siquiera una esperanza.
Fue así que aquel joven forastero, cansado, afligido y enojoso, dejó transcurrir algún tiempo ante el silencio de la orgullosa muchacha. Pero, como la falta suma y la desgracia tienen varios colores, aun no sintiéndose vencido, el joven recurrió a los malos oficios de una bruja murciélaga, siempre en la esperanza de conseguir el amor de la doncella que nunca se conmovía; señora y ama de su corazón.
- Te iras -le dijo aquella de poderes extraordinarios- muy lejos. Donde ella ni nadie pueda saber nada de ti, y no volverás hasta que ella te llame. Lo sabrás, porque un día sentirás un deseo incontenido.
Y así lo hizo esa misma noche.
Sabido es, que la vanidosa muchacha, ya sea por el conjuro o por la verdadera blandura o suavidad del sentimiento, sintió de inmediato una atracción incomprensible hacia el ausente y estuvo a punto de hacerlo llamar y correr a su lado, pero nuevamente su soberbia pudo más que su pasión y en esa lucha tenaz fueron pasando los días, las semanas, los meses, los años pocos pero penosos que inexplicablemente dejaban en su cuerpo y alma las huellas implacables de la decrepitud y el ocaso. Pero eran la obsesión y el sueño de poder ver al joven un motivo más para continuar la vida, entretanto el encantamiento iba obrando lento pero seguro. Y fue entonces que un día, empujado por una emoción, volvió el mancebo. Pero cual no sería su desazón y su pena al encontrarse con el garabato que quedaba de la mozuela. De aquella mujer vivaz, interesante y bella no había nada; de su piel, sus modales, de su ilustre y noble porte y espíritu que casi habían llegado a enloquecerlo de amor y que años antes había sido el ideal de su existencia, no quedaba ni la sombra. Y horrorizado, sin esperar ni pedir, preso de una inmensa amargura, dolor y culpabilidad, huyó del pago sin dejarse ver, para no regresar nunca más.
Sí, el orgullo de aquella que alguna vez fue la más bella dama había sido castigado cruelmente.
Alterada, dudando un poco, mientras el joven se alejaba cada vez más, la doncella decidió correr tras él, buscarlo por todos los montes colindantes, imaginando encontrarlo, creyendo que pronto se sentiría entre sus brazos… Pero todo fue en vano. Al no hallarlo comenzó a correr y gritar desesperadamente, llamándolo, rogándole, empujando a todo el que se cruzara por enfrente, pero fue todo en balde. Horas más tarde, sin corazón, casi a rastras, regresó a su vieja casa, se internó en ella, encerrándose con doble llave, donde nadie más pudo verla.
Muchos años después; cuando el curso del tiempo se olvida de los nombres, de la cantidad de lluvias y de los colores que transforman lo que alguna vez fue; un grupo de niños, a través de una hendidura en la ventana, creyó distinguir una figura descolorida de mujer (como es), en un rincón de la vieja casa, observándolos inquietantemente, para luego esfumarse. Aunque otros también, un conjunto de restauradores temporales, aseguran que a veces parecen experimentar la vibración de alguien que mese sus cabellos, y un susurro mientras duermen, algo así como una confesión de delitos y pecados, y que al virar para sorprender el hecho perciben los ojos de una dama bellísima (como era), vestida con una especie de sayo de algodón blanco, y que cuando se le carea… se recula y escapa atravesando las paredes.
La verdad es que todos aseguran muchas cosas, y la verdad de la verdad es que es imposible descifrar estos sucesos de visiones quiméricas, pero, lejano a especulaciones, conformándonos con lo que nosotros pudimos sentir, diremos que en los atardeceres y en las noches de luna, en aquella vieja casona nadie se sabe solo, los gritos o susurros no existen y las sombras nunca se vieron, sin embargo, en la hora de lo misterioso, cuando el astro rey duerme profundamente, como reprochando que se profana el medio en que mora o como procurando que todo esté impecable por si se da la llegada del esperado, se puede oír el ir y venir de las ramas de una escoba, sonidos ágiles, lentos y prolongados, que comienzan siendo muy fuertes y terminan por ser casi inaudibles. Que ¿qué hacer? No desafiar… Conmoverse y permitirle la paz a lo que se desconoce.
Tegucigalpa, 19 de abril de 2007
1. Cuento inédito.
2. Folclorologo hondureño.
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