jueves, 27 de diciembre de 2007

Tejido de idealidades




Quisiera tanto que me amaras
De Leonardo Hernández

Quiero sentir el amor,
Quiero volver a saborear
La dulzura de ese sentimiento;
Mi mente espera esa mujer,
Como los granjeros las lluvias.

Como deseo tenerte a mi lado
Oh! Mujer de mis amores.
Buscarte no lo haré
Dios te pondrá en mi camino,
Quiero tenerte a mi lado,
Besarte,
Hacerte el amor
Como siempre lo desee;
Puedo verte subir
De entre los mares,
Como diosa griega…
Alabarte, convertirte en un dios
Por unos instantes.
Salir de mis presiones
Y decirte libremente
Que te amo.
Sin pensar él porque,
Sin pensar en el que dirán;
Simplemente hacerlo.

Tus manos en mi espalda
Sintiendo cada vez
Como me amas,
Cada vez más
-Que yo lo hago-
Sentirte mía...

Pero cuando despierto
Caigo a una realidad;
Que las cosas
Nunca más serán igual.


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A puertas cerradas
De José Antonio Funes

Afuera la lluvia
Con un olor a ausencias
Abre las puertas a la soledad
Y se apresura a lavar cierta mugre de esta noche.

Hay un viento que no se atreve
A barrer las calles
Donde se pasea el ángel del miedo.

Adentro
Es tu pecho abierto entre mis manos
Un pájaro atrapado entre suspiros
La ciudad que liberamos a la caída
De nuestros cuerpos.


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VIII
De Dennis Durón Dávila

Dime, tristeza, si tus pupilas
Son el reflejo de esta ciudad.
Tristeza toda,
Tristeza muda,
Donde las piedras quieren gritar.
De muecas cortas, sonrisas vagas,
Que una tras otra vemos caer
Como guijarros, cubos de mármol,
Sentir la pena muy breve y cruel.
Llorar copiosa y amargamente
-Dolor que aprietas,
Enternecerse-,
Frutos globosos:
Gotas objeto,
Gotas cristal,
Vidrio fundido del lagrimal.


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I(1)

Teniendo en cuenta la gran riqueza
Sé de un baño de sangre;
Era la tal: “Ignorancia conceptual”.
Y es que ese infortunio cortó la existencia
De seres humanos que aún hoy no se salvan
Por algún suspiro;
El hilo sagrado de “lo más precioso” que hemos recibido:
“sistema perverso”.

Los tambores anunciaban mal presagio
Sobre las porosas, inocentes y envejecidas victimas
De los actos despreciables.
¡Fue espantosa la tragedia!
La mayoría aterrorizada ante la amenaza del exterminio
Por lujo de crueldad, y otros con humilde resignación.
Y no en el fin de la historia:
El dolor ajeno de los propios labios,
Y una burla;
Un payaso y un chacal, como símbolo de la alegría
Y el dolor que cada uno lleva en su interior,
¿será que cuando se calma el dolor ajeno
se puede recoger el lamento?



(1) Torchia, Gregorio. "Granja de cadáveres". Papillium editores. Tegucigalpa, Honduras. 1962.



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Sacando lo insacable...
De Lud
ludwingstar@hotmail.com


Hoy es necesario escribir estas líneas
para poder sacarme las sobras de un lamento,
y así como se sacan las zorras de un convento
hoy sacare estas sobras que hieren como espinas.

El recuerdo de mi buen pasado no me alegra
pues al pensar en eso y al ver que ya se ha ido
me siento como un pájaro que un día tuvo un nido
el que perdió en una selva negra.

Y así los recuerdos acongojan mi alma
y quiero divagarme, pero eso es vanamente;
quiero tranquilidad, pero pierdo la calma,
eso es porque soy río y se agita la corriente.

Tal vez desemboque en un mar calmado
y si tengo suerte, en un polo muy frio;
para que mis recuerdos terminen congelados
y también junto a ellos se congele mi hastío.

Mas sé que es imposible perder esos recuerdos
en ese mar que anhelo, mar que es una ilusión.
Mi mente es un nido, ellos son tristes cuervos;
entonces me doy cuenta, que ya no hay solución.

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martes, 18 de septiembre de 2007

Duelos y otras cosas que contar





Homenaje al maestro Ingmar Bergman
Por Ariel Torres Funes

En la filmografía de la historia del cine hay un creador que ha visto al trasluz las relaciones interpersonales y ha buceado por las oscuras aguas de la mente y corazón humano. Que ha sumado al arte una obra prolija que va más allá de lo cinematográfico y más allá del tiempo que le tocó vivir, para recalar en esa biblioteca del pensamiento universal que no termina -afortunadamente- de escribirse y aportar protagonistas. El autor de una obra -porque al final todas sus obras son una obra- esencialmente humana y honesta, originada no sólo de sus reflexiones e imaginación; también de sus entrañas. Nos referimos al realizador sueco Ingmar Bergman (1918-2007).

Este director nórdico nació en 1918 (Uppsala), hijo de un pastor luterano que siempre supo que no sería obispo. Como es de suponer, fue en su infancia donde Bergman conoció la censura y la fuerza del adoctrinamiento de una mano dura. Creció en una familia donde las reglas para ser un "buen" muchacho cubrían todos los rincones, desde el místico hasta el académico. Reiteradas veces relató como en su casa lo intelectivo era una sombra que se hacía propietario de lo sensitivo.

Seguro que no le fue fácil al Bergman niño y al Bergman joven encontrar su propia identidad espiritual sin destruir la que recibía. Probablemente se le deba a su conservador hogar la obtención de un mundo metafísico de la religión, los sentimientos de culpa, pecado y redención, y la búsqueda de lo divino, temas que
En su obra se volverían diferentes.
Cabe recordar que el cine de Bergman es constantemente autobiográfico; un ejemplo, bastará ver Fanny y Alexander (1982), para entender la visión que tiene sobre su niñez.

Deseoso por salir de la presión del ambiente académico de su Uppsala natal, y del agobio almidonado de su casa protestante, Bergman se trasladó a Estocolmo. Fue en la hermosa capital sueca donde se da alas al Bergman artístico. Disfrutando de la privacidad que anhelaba y que lo interiorizaba más, se adentra con mayor libertad en los autores que lo marcarían por vida. Sería el legado de los dramaturgos suecos, Ibsen y Strindberg, quienes lo introducirían a interpretar el mundo a través de los ojos del drama. Era Bergman saliendo al encuentro de sus demonios.

Es así como la mente de Bergman se suelta, desata sus nudos, y meses después consigue su primer trabajo como ayudante de dirección en el teatro de la Ópera Real de Estocolmo, una joya de la arquitectura imperial. Lo que siguió es una larga historia donde la vida y la ficción fueron su único matrimonio estable.

A sesenta años de su primer película

Ya han pasado más de sesenta años desde su primera película (Crisis, 1946); y hasta el 2003 (con “Saraband”), fueron más de cuarenta los filmes que nos ha entregado a los espectadores del mundo entero, algunos de los cuales llegaron a exhibirse en los cines hondureños, como lo atestiguan amarillentos periódicos de la hemeroteca. El huevo de la serpiente, por ejemplo, se exhibió en una sala de los desaparecidos cines Maya, que por fortuna escaparon al trágico destino de convertirse en templo de locos evangélicos.

Creador de filmes memorables como El Séptimo Sello, Fresas Salvajes, Detrás del Vidrio Oscuro, La Fuente de la Doncella, Fanny y Alexander, Persona (de la que se afirmó fue su obra cumbre y que no se haya fácilmente en Tegucigalpa) y otras; el cine de Bergman es muy peculiar; pero sobre todo, se puede resumir diciendo que es un cine que llega a todos los sentidos; ya que, como dice él mismo, "uno vive con todos los sentidos". El cine de Bergman es incluso capaz de hacernos sentir color en sus películas en blanco y negro.

Para tratar de entender su cine -complejo pero a la vez sencillo; intelectual pero a la vez cotidiano- es menester entender sus bases cinematográficas y ligarlas a su filosofía artística. "Lo esencial para mí es y seguirá siendo el tema. La temática es esencial en todo arte, y a la temática tiene que sujetarse la forma. No puede ser al contrario. No es la forma la que ha de dominar el tema, sino el tema el que ha de imponer la forma", sostuvo Bergman.

Partiendo de esa concepción se capta mejor la densidad y profundidad de sus diálogos -probablemente hechura del mejor director de todos los tiempos al momento de estructurar los diálogos.

Sus textos ponen en confesión y a platicar entre si a los misterios del amor, de la muerte, del odio, de lo contrariado, y del existencialismo. Sus diálogos son exámenes a la intimidad personal, que siempre tienen un contexto de referencia.

Habrá quien considere sus películas un tanto lentas, ya que sus tramas se desarrollan sin prisas. A mi suponer, es ahí donde se encuentra gran parte de la magia del cine de Bergman. El desarrollo de sus historias se abren delicadamente, y febrilmente, como el regalo de una amante que está diciendo adiós. Los personajes de Bergman se abren heridas y se las lamen con alcohol; mimando su dolor.

Son siempre películas que narran trayectorias que conducen a sus personajes a tener un recorrido enigmático hacia si mismos. Y que casi siempre los conduce a su creencia existencial: que por encima de la vida cotidiana, en sociedad o en pareja, el ser humano sufre de una irreversible soledad.

Bergman propuso que todos los humanos somos víctimas de un orden exterior ajeno a nuestra condición, y de un desorden interior del que tampoco somos capaces de controlar.

Paradójicamente, la forma en que narró esas historias desgarradoras fue en un lenguaje visual esteticista. Su fotografía es más narradora que protagonista, encuadra más que dibuja, no se mete a buscar planos porque los planos ya están. No le importa tener la cámara una hora en una habitación, con apenas una pequeña ventana, un reloj, un sillón. Bergman pudo haber dicho la frase de Proust: "toda mi obra salió de una taza de té". O, quizá, "toda mi obra cabe en una taza de té". La estructura de sus películas es deliberadamente teatral, en espacios muchas veces claustrofóbicos.

Además de ese aroma teatral, los filmes de Bergman también se caracterizaron por tener un toque "televisivo". Es más, una buena parte de sus películas se produjeron con la idea de ser exhibidas primero en la televisión, antes que en los cines. Con esto, Bergman pretendió tener un público más amplio y heterogéneo, y a su vez manifiestó su alegría por las posibilidades de democratizar el cine, tanto al mostrarlas como realizarlas, al grado que ha utilizado el video en lugar del celuloide, como ocurrió con "Saraband".

Hacer cine sin mucho dinero

Su tesis política fue la siguiente: es posible hacer cine sin mucho dinero, y sin dejarse seducir por el comercio. Es su legado. Pocos personajes, pocas locaciones, diálogos y conflictos sustanciales y, además, como lo ha definido Woody Allen, con un brillante sentido del espectáculo.

Hablar de los actores que a través de la historia lo acompañaron en sus películas podría llevarnos a otra reseña. Bajo su dirección se revelaron actores y actrices brillantes, con quienes llegó a tener una relación estrecha, intelectual y pasional. Entre ellos se podría nombrar a Max von Sydow (1929), probablemente el más conocido e internacional de ellos. Fue este actor sueco quien protagonizó al caballero medieval en El Séptimo Sello (1957), quien se juega la vida desafiando a la muerte en una partida de ajedrez. Max von Sydow trabajó con Bergman hasta principios de los 70´s, antes de que lo sedujeran las grandes productoras comerciales. Esa decisión no le fue perdonada por Bergman y nunca más volvió a llamarlo.

Destaca también Gunnar Björnstrand, quien prácticamente entregó toda su carrera histriónica a la filmografía de Bergman, y Erland Josephson (1923), quizá su actor más carismático, quien protagoniza magistralmente al histórico personaje de Johan (alter ego de Bergman) en la saga conformada por Secretos de un Matrimonio (1973) y Saraband (2003). Este actor trabajó también en las dos últimas películas del realizador ruso, Andrei Tarkovski -considerado por Bergman como el mejor director de todos los tiempos.

Por su parte, el papel de la mujer en los filmes de Bergman tiene un peso tan esencial como el del hombre. Delante de las cámaras de Bergman son de recordar los trabajos histriónicos de Bibi Andersson (presente de los 50´s hasta los 70´s); Eva Dahlbeck (protagonista en el filme, Por no hablar de esas mujeres -1964); pero sin duda alguna, el rostro femenino por excelencia de Bergman, y compañera cinematográfica de Erland Josephson, ha sido: Liv Ullman (Noruega, 1938).

Fue tan profundo el entendimiento entre Bergman y Ullman que esta artista noruega además de ser su actriz predilecta, incluso llevó la filosofía bergmaniana detrás de las cámaras, como realizadora. Su película Infiel (2000), además de corresponderle el guión y el argumento a Bergman, maneja claramente el mismo lenguaje cinematográfico de su maestro.

(Como dato curioso y vergonzoso, Liv Ullman se negó, en 1988, venir a Honduras a entregar un premio de UNICEF, pues no concordaba con el nefasto papel político y militar del Gobierno de Honduras -en su lugar vino Audrey Hepburn.)

Ingmar Bergman no sólo influyó en otros, sino en sí mismo. Su vida es cinematográfica al grado que se casó siete veces, tuvo ocho hijos, mantuvo numerosas relaciones amorosas, y ha escrito hasta la fecha, siete libros.

Dentro de su trabajo como escritor, denota gran sensibilidad y sus libros han llegado a tener entidad propia dentro de su historia en el arte. Sus escritos mantienen ese mismo rigor narrativo que tienen sus películas. Un respetado crítico literario en su país analizó su libro Las mejores Intenciones, publicado en 1992, y mencionó lo siguiente: "es una historia de amor innovadora que se incorpora con todos los honores en la historia de la literatura sueca". Al igual que su obra fílmica, su obra literaria se arma y rearma como capítulos biográficos.

La edad nunca detuvo su creación artística. A pesar de que Ingmar Bergman dijo que Fanny y Alexander sería su última cinta (sostuvo que su relación con el cine había terminado definitivamente), en diciembre de 2003 se estrenó Saraband y un millón de suecos fueron espectadores de esa resurrección.

Con Saraband, Bergman terminó su filmografía. Pero no cabe duda que Bergman siguió hasta su muerte siendo igual de obsesivo por responder sus preguntas internas. Lo persiguió su propio guión, "que la vida es una ininterrumpida e intermitente sucesión de problemas que sólo se agotan con la muerte".

Si hoy estuviese vivo, en horas de la tarde, en su casa en la isla de Farö, probablemente Bergman, iría conduciendo, como todas las tardes, su jeep que lo trasladaba a su cine personal (una pequeña sala que consta de 15 butacas). Bergman miraba un filme cada día.

Todos sus años de trabajo son perennes. Ingmar Bergman murió. Pero su legado está tan joven como esas piedras coralinas que desde su casa observaba sentado, moldeadas diariamente por el viento. El ferry de la vida ha vuelto embarcar, y Bergman dijo: "envejecer es como escalar una gran montaña: mientras se sube las fuerzas disminuyen, pero la mirada es más libre, la vista más amplia y serena".

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GENESIS
Por Jorge Pridal
(Valparaíso, Chile)


"Al principio

era Dios".


Ya era tarde para mí.

La vida me había amado
y arrastrado con su orgullo infructuoso.
Fui pobre de alma, solitario,
la luz hería mi piel
como poesía hundida de pasado.

¡Morí tantas veces, cada amanecer
sangró desde mi alma. Cada vez
ante el sueño crepitante, sabía morir. Era tarde:
Tarde para mí.
Lo perdía todo
tantas veces
extravié la risa.
Sabía que la verdad nos haría libres,
no alegres.
Sabía amanecer de memoria,
ciertas veces ebrio de pena.
Ciertas temporadas fue posible
besar la angustia labio a labio.
Tuve las miserias de las verdades,
fui
histrión ideal de mi mismo…

Venía crepitando como aullido de impotencia…

Fue el tiempo del dolor. Al principio
fue el dolor…

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Repaso por el cansancio sentado en estos nuevos bancos de piedra1
Por Antonio Balzac Cáceres



“Sabía que la verdad nos haría libres,
no alegres.”
Jorge Pridal


I

El estremecimiento que nos precede: una mirada, ansias, miedo y desde ya, unas ganas de irnos perdiendo: fuga.

Algo que no se puede contener y que está en la piel pero también en algún lugar perdido en la memoria.

Un vértigo fantasmal.

Un paseo por el pasado que durará un centellar de luciérnaga.

Será un chispazo.

Una muerte más, te digo.


(Pero seguimos vivos tras el intercambio de flujos ¿por un año, dos, toda la vida?)


Hemos abierto los ojos tarde: el camino andado hasta acá, sospecharlo(o quizás sospecharnos en él) nos incita a una nueva oscuridad, nos precipita a éste nuevo desastre con redecillas que nos aguarda en el fondo.

Deberíamos de ir en movimiento equivocado y no hacia adelante.

En movimiento desaprendido.

Solamente ir errando pasos.

(y tal vez el camino)




II

“Si aún creyera en algo puro jamás nos hubiésemos encontrado”, te decía.



III

Venerable(¿justa?) desgracia y sacra soledad del autoexilio al momento de ser abandonado: los amantes y los amorosos se van enredando en estas camas de donde se alzaran, en donde nunca más han de encontrarse: salen por la única salida de la pensión barata, la única posible, la una entre mil: los aviones parten.

El viejo balcón que da a la avenida España no promete Pacífico. Sólo horizontes llenos de edificios.

Para ese entonces pensaba yo en estratos: primer mundo y tercero y un inevitable cruce entre ambos: te reclinas y observas hacia el fondo y la muerte te saluda de mi lado; de tu lado, se extiende la más poderosa de todas las estaciones: Afrodita de Melos, he ahí tu supremacía, indolente, tras siglos y siglos lerdos, pacientes, y al fin agitados.

Esto te cierra.

Más tarde la historia del Nuevo Mundo se escurría por la abertura irremendable que me iban dejando los desvelos, el vuelo en fuga. Pero la verdad llega (¿en madrugada o hasta entrada la tarde?) como puta risueña de dientes mochos, hambrienta siempre de mí (¡oh! de mí)

Vivía de memoria y prestado de recuerdos.

Y lo que en verdad sucedía es que no había nacido el día en que mi madre parió porque de pronto una furia me desbastaba por dentro con sus ruidos secos y sus cuervos.

¿Es que no ves? ¿Tampoco oyes?

La vida florecía en sauces y peñascos al borde de lo único posible.

Un agua de romper.

¡Hermosas cataratas! ¡Hermosas y horribles cataratas!

El asiento a mi izquierda iba vacío.

Y a tu diestra.

El Sur.

Y edificios.



1. Texto inédito.


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Hasta siempre R. con H.
Por Dennis Durón Dávila



Me sentía muy emocionado por el viaje a Nicaragua; representar mi alma mater en eso de la cultura, específicamente, en Literatura. Por una u otra razón nos quedamos estacionados por casi cinco horas en la aduana. Dos jovencitos, por sólo tener veinte años, no llevaban los permisos requeridos - La ley ese día si se digno en aparecer-. Curiosamente, entre bromas, anécdotas e inquisiciones profesionales apareció él en la conversación. Comentamos de su obra, de su cátedra, de su carácter y de nuestra amistad. Horas después, ya de noche, por el mail de un amigo, me daría cuenta de la trágica noticia: “Espero que la estés pasando bien. Lamento mucho tener que darte esta noticia, pero el Lic. Berríos falleció a las diez de la mañana. Dicen que fue por un problema respiratorio. Mañana se celebrará una misa”… Y un par de palabras más que, siendo razonable, no recuerdo.
Aunque no lo sepan o no les interese, es correcto decir que mi presentación no fue la misma. Intenté por todos los medios situarme como a él le hubiera gustado verme. Me lo imaginé sonriente y orgulloso, me lo imaginé feliz, me lo imaginé… conmigo.
Regresé y la rutina se apoderó de mí pero no de mis recuerdos. Traje a mi memoria que alguna vez le escribí algo con toda la honestidad que profesaba nuestra amistad. Costó mucho decidirme hacerlo público pero a fin de cuentas lo hice. A continuación, leerán lo que hace un par de años le obsequié en su sala, momento que cerró con un abrazó imposible de olvidar y que hoy es un tributo a los “cafecitos”, a su mal genio y a las peleas, a los cariños, un tributo a él:



A mi buen amigo:
Rubén Berríos H. (Como a él le gusta).



Cuando le conocí me costaba creer en todo lo que fuera menos palpable. Hasta que le conocí mis relaciones no se excedían más allá de lo curricular. Pero el buen amigo, no sé cómo, abrió una puerta en la literatura universal de los afines, en los viajes de investigación a los abrazos, en el minuto exagerado y neurótico de la partida, a las 6:30 de la mañana, rumbo a la tradición oral (porque cuando dice ya, es ya –lo que hace sencillamente para molestar-). Sí, hasta que le conocí conocía poco de los mundos fantásticos.

En su cabeza siempre hubo muchos cipotes que juegan a soñar; unos bajo el regazo de papá y mamá, otros… ansiosos solitarios, y otros con las camisas rotas y bocas babosas. Para nada importa la calificación, a espaldas de los hombres y mujeres, en su cerebro infantil y demasiado inocente, toda la magia de sus mundos; la potra en fin de semana, las bromas pesadas, la exigencia, todo y todas las cosas le hacen sentir la efervescencia de la risa contenida.

Con la carga de tres o cuatro libros de poesía y con enojo por no haber respuesta de algunos alumnos, puede ser que se pregunte por qué en este país nadie ve nada. Nadie hace nada. Nadie escribe cuentos. Nadie hace música. Nadie canta. Nadie hace revoluciones. Nadie grita. Nadie responde. Nadie dice lo que siente. Nadie se enamora. Inconformidades que le duelen porque deben ser…, las que amortigua con raudales de luz: esas indirectas a las que nos acostumbramos fácilmente.

Cuando pienso en él, como ahora, le imagino jugando con sus mables, en el patio de su casa, cerca del almendro, conversando con su “caracol de cristal”, preguntándole sobre el más allá de los espejos, sobre las matas de maíz, sobre el azul, el mar, las gaviotas y los barquitos de papel, rogando por montar una de las mariposas que suelen planear en el viento amarillo que golpea delicadamente su rostro y enreda su pelo desde antes que se volviera cano.

Con mi buen amigo R. hemos compartido la tierra, las alegrías, las cóleras y discusiones, y los mables prodigiosos que inventó; los que no son otra cosa que sus ilusiones y sueños florecidos de niño, porque R., mi amigo, que importa la edad que tenga y los resentimientos que muestre, siempre, siempre… siempre será un niño.



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SOBRE REX IUDAEORUM
Por Raséc Outis
cesar_anto2415@yahoo.com

Verle tendido, rendido, en los maderos del tomento.
Tendido, sin oponerse siquiera al macabro clavo y funesto martillo que, del
rendido son, y su destino conocía: Los maderos,
en donde es su lugar. Los…
los gritos, escupitajos y golpes también de Él son, en
maderos malditos, leña verde en llamas, rendido,
del todo, el Poderoso, en tendido
tormento… verle.





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EN SUEÑO HÁMÁLÁ


Por Raséc Outis
cesar_anto2415@yahoo.com

Repentinamente apareció, un pequeñísimo punto de luz en la oscuridad apareció. Se encendía y se apagaba y se iba estirando de su parte superior, luego de la parte inferior iba estirándose; destruyendo así su forma esférica y convirtiéndose en una línea vertical y luminosa en la oscuridad. Comenzó a temblar y, volvió a su estado original. Continuó oscilante y de nuevo estirose, pero ahora formó una línea horizontal y luminosa que no dejaba de titiritar. Luego se contrajo y volvió a ser el punto de luz en movimiento. Fue expandiéndose lentamente hasta formar una gran circunferencia que abarcó todo, todo el espacio ocupado por la oscuridad. Y dentro de él, imprevistamente dentro de él, se fue materializando un pasillo de espejos en donde se vio reflejado Edgar van Gastel; y reflejado comenzó a caminar, y al caminar miraba como las repeticiones de su imagen lo imitaban en el piso y en el cielo y a sus lados lo imitaban. Llegó al final del pasillo seguido de sus reflejos, detúvose en una puerta enorme de enormes espejos y se encontró de nuevo frente a frente con él mismo, con sus reflejos. Edgar movió su cabeza al lado izquierdo y el Edgar del espejo lo hizo al lado derecho, a su lado derecho movió la cabeza Edgar y el Edgar del espejo al lado izquierdo lo hizo. Edgar tocó con su dedo su imagen en la puerta y creó una reacción de ondas que se extendía por todo el pasillo, y luego regresaba a su punto de origen para volver a desplegarse y dar inicio a un juego cadencioso que, poco a poco fue perdiendo fuerza hasta finalmente detenerse en donde Edgar tocó con su dedo. Lo miraba asombrado Edgar. Abrió la boca e instantáneamente su reflejo en la puerta la boca abrió. Después de un momento la juntó; pero su reflejo la mantuvo abierta aspirando fuertemente hasta tragárselo en un momento.
Edgar abrió los ojos y miró que estaba en el interior de un domo gigante, gigante que estaba compuesto por fragmentos en forma de hexágonos, hexágonos de espejos. Se quedó inmóvil y extático admirando las miles de imágenes de él mismo. Dudando de lo que miraba puso su mano en su pecho para constatarse que no era una repetición más, y este movimiento se vio seguido de innumerables reiteraciones sincrónicas por parte de sus reflejos haciendo casi infinito éste movimiento. El domo comenzó a estrecharse. Edgar tuvo la sensación de estar atrapado en el ojo de una mosca que volaba alocadamente sentía Edgar. Y todo aquel espacio fue moviéndose dando giros muy lentos, ganando rapidez poco a poco, acelerándose fue hasta convertirse en un gran remolino que desgarraba todo, todos los espejos y las múltiples repeticiones, mientras tanto él se mantenía intangible en el centro de aquella aniquilación, en aquél espacio, en el remolino. Y de tanto girar fue perdiendo velocidad el remolino, perdiendo velocidad fue y detúvose un instante… Volvió su actividad giratoria, en dirección contraria fue, construyendo un nuevo mundo fue… Hasta que finalmente se detuvo.
Edgar se vio en un terreno árido, pedregoso y muy accidentado en donde apenas sobrevivían algunos viejos robles mustios. Dio varios pasos y observó que estaba en una lóbrega necrópolis inundada de cruces y tumbas, que de bruma inundada era. De repente se vio atrapado en medio de una larga y numerosa caravana espectral que vestíanse de blancas túnicas y de oscuros capuchones. Cada uno iluminando el camino con una tea, así la procesión de espectros avanzaba junto a la procesión de teas. Edgar decidió acompañarlos y se les unió en la marcha, caminando fue junto a ellos. El largo silencio de aquel lugar se vio interrumpido por una voz que provenía del lado frontal de la procesión; apagada, fantasmagórica y amarga era aquella voz que decía:
— ¡Espíritu sanctus ora pronobis!…
— ¡Espíritu sanctus ora pronobis!… Decía y avanzaba.
A cada paso que daban se unían otras voces al canto: voces estridentes, ladridos necrófagos, murmullos de violín, cláxones de desfiladeros, cantos de candiotas, risas de zaino, lamentos tétricos, rugidos en reyerta, mugidos de ripio, goteras sonajas, chasquidos de guadañas, lluvia de monedas de plata, repiques de baterías, roces de élitros de cristal, conversaciones en rebudio, detonación de tambores, voces de ñaques, voces, voces y más voces decían en sinfonía avernal:
— ¡Espíritu sanctus ora pronobis!
— ¡Espíritu sanctus ora pronobis!
— ¡Espíritu sanctus ora pronobis!
— ¡Espíritu sanctus ora pronobis!
Decían mientras avanzaban bailoteando en un ballet exánime con un ataúd, fueron jugando como el viento lo hace con una hoja con el ataúd.
— ¡Espíritu sanctus ora pronobis!
— ¡Espíritu sanctus ora pronobis!
— ¡Espíritu sanctus ora pronobis!
— ¡Espíritu sanctus ora pronobis!
Decían todos los espectros en coro con voz apagada y amarga. De repente… callaron. Callados en un silencio de óbito subieron una gran loma desde donde Edgar observó un río caudaloso, y a la orilla del río, un niño sonriente colando arena a través de una tela metálica sujeta en un rústico marco de madera, donde arena colaba.
Edgar fue abriéndose paso en medio de la gran muchedumbre con la intención de llegar hasta el féretro antes que diera inicio la inhumación.
Mientras tanto en la orilla del río, el chiquillo sentía que sus fuerzas marchitábanse, con cada porción de arena que afinaba con sus fuerzas.
…Y… finalmente, cayó la primera palada de tierra en la fosa, dentro de la fosa sobre el féretro cayó la primera palada de tierra, y con ella el clímax. Comenzaron los sollozos, las lágrimas, los gritos; demostraban algunos inefables dolores, escuchábanse juramentos de venganza que se confundían con los clamores colectivos perdiéndose en lo infinito de las paladas de tierra.
Edgar salió turbado de aquel lugar. Buscó con su mirada al chiquillo, pero encontró únicamente la pala clavada en un montículo de arena refinada, y junto a ella el rústico marco que se había caído.
Edgar se dirigió a una muralla traslúcida de ladrillos corroídos, y antes de llegar sintió que todo se movía, estaba parado en la nada, con el suelo sobre su cabeza y parado en la nada. Todo comenzó a girar rápidamente. Edgar sintió que era el eje de una rueda, cerró los ojos y dejó que la rueda girara hasta que ella se detuvo. Se quedó parado un instante, luego fue caminado y poco a poco el lugar se le hizo conocido, estaba en la calle Veinticuatro-quince, la reconoció al caminar. Edgar la observó distinta, todo estaba cubierto por una película grisalla de polvo, automóviles, edificios, todo. La ausencia de sonido le sugería que el lugar estaba desierto; y de repente la cadena de silencio que había se rompió, con un fuerte trueno antecedido por un centellante relámpago se rompió. Edgar tomó camino por el centro de la calle caminando se fue. Había una nube gigantesca estacionada en el cielo, le asombraba su cercanía, y pareciole que podía tocar a la algonodosa nube gigante. Levantó la vista y continuó caminado, sin dejar de verla caminando se fue. Comenzó a caer una leve llovizna, casi imperceptible caía. Conforme Edgar avanzaba íbase intensificando, y cuando estuvo parado justo bajo la nube, ésta comenzó a ascender y ascender y se detuvo a cierta distancia. Edgar frenó su marcha observándola, y la llovizna repentinamente cesó. La nube comenzó a retumbar y con su retumbo comenzaron a caer gotas de lluvia, en forma aislada caían. El flash de un relámpago las iluminó encerrándose en ellas, amplificó su efecto visual en ellas, diáfanas cuentas de lluvia iluminadas eran. Edgar se asustó al escuchar los horrorosos: ¡AAAAAHHHHHHHHHHH…! que gritaban las esferoidales gotas al caer como bólidos de la gran masa nubosa, y al momento de en el suelo impactar sonaban los estrepitosos golpes de un gong, e inmediatamente se pulverizaban en minúsculos montículos de ceniza coronados con grises nubecillas. Edgar las miraba perplejo, extendió sus brazos y manos para sentirlas, y fue mucha su sorpresa cuando miró que lo atravesaban sin sentirlas. La lluvia se intensificó. Edgar tapose los oídos huyendo de aquél griterío luciferino. Corrió y corrió, hasta percatarse de la lejanía de la nube y de su lluvia corrió. Se detuvo un instante. Continuó su marcha, a paso lento continuó. Sintió que era acechado. Detúvose nerviosamente mirando en muchas direcciones, y volvió a caminar hasta sentirse tranquilo de no mirar nada, se fue, caminando fue. Fijó la vista en el piso, e inesperadamente sintió como deslizábase una suave mano por sobre su brazo, y tiernamente entrelazaba sus dedos con los de él. Siguió caminando. Levantó la mirada y observó a una dama que vestía de rojo, con el cabello oscuro y largo y brillante que le llegaba hasta los hombros y vestida de rojo. Ella lo miró. Edgar sentía que un fuego incontenible le devoraba el corazón cuando ella lo miraba, ella lograba acariciarlo con su mirada. Él se sentía feliz de estar al lado de ella, tomado de la mano de ella, contemplándola, deseando que ese instante se perpetuara.
A lo lejos, divisó a lo lejos al endeble y herrumbrado edificio metálico que está entre la calle Veinticuatro-quince y la calle de los Olmos. Desde el fondo de su ser sentía que todo estaba a punto de terminar. Ella se detuvo, lo acercó a su boca, y boca contra su boca lo besó. Lo volvió a tomar de la mano, reanudaron su andar haciéndolo más aprisa. Llegaron a las verjas del edificio que colmadas de óxido eran. Ella lo soltó y lo besó. Él trató de tomarle de nuevo la mano, ella lo volvió a besar y le dijo:
— Tengo que irme.
— ¿A dónde? Le preguntó Edgar.
Ella hizo una larga y silenciosa pausa… y volvió a decir:
— Tengo que irme.
Dio media vuelta y comenzó a caminar, se detuvo, lo miró y le dijo:
— Buscame.
— ¿A dónde? Le preguntó Edgar.
Ella volvió a caminar. Edgar la siguió y gritó desesperado:
— ¿A dónde, decime a dónde?, no sé ni cómo te llamás, ¿Cómo te llamás?
Ella se detuvo. Él la alcanzó y la abrazó y la besó, Edgar la miró a los ojos y la besó.
— ¿Cómo te llamás? Le volvió a preguntar mientras la miraba a los ojos.
— Hámálá. Respondió ella.
— ¿Hámálá?
— Sí, Hámálá. Dijo ella.
— Hámálá.
— Hámálá. Repitió ella. —Buscame.
Lo volvió a soltar, él la tomó de nuevo. Ella lo besó y lentamente fue soltándole la mano hasta que finalmente quedaron unidos únicamente por la punta de los dedos.
— Tengo que irme. Le dijo ella.
…Y finalmente se soltaron. Ella comenzó a caminar y se fue, cruzando la calle de Los Olmos fue. Mientras tanto Edgar quedose obstaculizado, detenido por una extraña fuerza inmovilizado se quedó, mirando como ella se alejaba se quedó. Los ojos cerró y dijo:
— Hámálá, Hámálá, Hámálá, ¡HÁMÁLÁÁÁÁÁ! Gritó largamente…
Y fue tan estruendoso aquél grito que aquél mundo comenzó a vibrar, como las cuerdas de un arpa a vibrar, y fisurándose fue hasta romperse como un cristal. Todo había terminado, pero el grito perduraba, ahora en el mundo de Edgar, en el verdadero resonaba el grito.



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miércoles, 5 de septiembre de 2007

Voces de color letra




Mimercocésares
Formica scriptoris caesarsomnitor
Por Rasèc Outis1

Terminado el corto proceso larvario me miré repetido en una infinita cantidad de veces, es decir, había un gran conjunto de césares idénticos a mí. Y debido a una programación que comenzaba a gestarse desde el momento de la concepción de cada uno de nosotros (la mía y la de los otros césares), pensábamos de igual manera.

* * *

Nos encontrábamos parados junto a una enorme roca que coronaba la cima del cañón, en el fondo se podía advertir un río que cortaba el lugar dando origen a una extraña convergencia de charcas y árida arena. No recuerdo si todos nos asomamos a ver al precipicio, pero estábamos conectados de tal forma que lo que veía uno lo percibíamos todos. En algunos de los charcos del río era apedreada una manada de cerdos descomunales por parte de unas extrañas criaturas que las seguían en su escape hacia la vida. Uno de los césares exploradores estaba en la parte baja y lo suficientemente cerca y bien escondido como para ver con mucho detenimiento a aquellos seres. Eran los Heyos, antropomorfos de corpulentos cuerpos cubiertos casi en su totalidad por largas crines de color café oscuro satinado, su parte pectoral se caracterizaba por ser de un cuero liso y blanquecino carente de vellosidad y creador de un contrastante y llamativo efecto de colores.
Miré (o alguno de los césares los vio que es lo mismo) cómo atacaban a pedradas y a golpe de garrote a un cerdo gigantesco y barbado de color negro, con enormes colmillos curvos que chillaba horriblemente de dolor y de impotencia. Sus macizas patas comenzaron a ceder hasta doblarse, cayó y quedóse sobre su costado izquierdo, dejó de luchar hasta que el último residuo de fuerza le abandonó, momento justo en el que el más grande de los heyos le rompió el espinazo de un formidable golpe. El suspiro titánico de aquella bestia creó una fuerte cortina de viento que a su vez levantó una nube de blanca arena. Cumplido el propósito, comenzaron a despedazarlo. Mientras tanto los demás miembros del hato corrían en desorden entonando un cántico ensordecedor de rebudios terroríficos.
Uno de los césares que estábamos en la cima del cañón comenzó a juntar piedras en un pequeño montículo, luego las fue lanzado (no estoy seguro si era yo) con su honda; los demás seguíamos (o seguía) con la mirada el recorrido que éstas hacían hasta caer. Los heyos no advertían el ataque que les lanzábamos (o les lanzaba)… hasta que una roca impactó en una de esas lanudas criaturas fragmentándole el cráneo y derribándola en el acto, cayó junto a su cría la cual estaba asida de su vientre y de su pelaje, los demás miraban furiosamente hacia todas direcciones buscando al osado que se había atrevido a hacerles semejante desafío. Uno de los heyos nos miró e indicó con un rugido nuestra (mi) posición. Y movidos por un fraternal sentimiento de venganza comenzaron a apedrearnos, y yo miraba (o mirábamos, o alguno de los otros césares lo hacía) como las enormes piedras que arrojaban nos pasaban tan cercanas, casi impactándonos. Los heyos fueron trepando por el risco con una agilidad pasmosa. Apenas tuvimos tiempo de correr. Volvimos a la gruta por la cual habíamos llegado a la cima del cañón, huíamos muy a prisa…
Entramos a la cavidad de la gruta y tomamos hacia la parte baja del cañón, corríamos con todas nuestras fuerzas, aquel pasadizo oscuro y húmedo parecía interminable…
Calculo que iríamos por la mitad ya que ninguno de nosotros logró ver la luz que nos esperaba en el otro extremo de la cueva… Era demasiado tarde, el último de los césares que corría fue el primero en ser capturado y muerto a golpes; en tanto que otro nutrido grupo de furiosos heyos corría hacia nosotros desde la parte baja del cañón acorralándonos con los que venían detrás.
Me detuve (nos detuvimos) un instante… y sin meditarlo me lancé (nos lanzamos) de frente contra aquellas sanguinarias bestias… Comenzamos a blandir nuestras hachas de obsidiana y martillos de pedernal, descuartizándolos y magullándolos fuimos mermando sus huestes...
La batalla fue feroz y larga, pero nos superaban en número y poco a poco comenzaron a matarnos (a matarme)… hasta que me vi reducido a uno; fueron rodeándome mientras yo les miraba con dureza. El más grande de los heyos sostenía en sus poderosas manos una maza de piedra y se me fue acercando lentamente para sembrar el miedo en mí y hacer más dramático el preludio de la muerte. Lo esperé, y cuando estuvo lo justamente cerca de mí, le arrojé el hacha haciéndola girar con mucha fuerza asestándole un golpe mortal en la cabeza, no le dio tiempo de quejarse siquiera, cayó de rodillas manando un líquido opalino de la herida. Los demás se quedaron atónitos mirándome, hasta que otro que le seguía en tamaño y fuerza al heyo que había asesinado, se lanzó contra mí con un enorme hueso y descargó toda su ira hasta el cansancio, los demás también dieron cuenta de mí.

Mientras todo esto acontecía en el interior del cañón, uno de los césares exploradores (quizás yo) nos había llevado a los césares recolectores en una numerosa expedición hasta donde estaban los restos del enorme cerdo, los recogimos y tomamos el rumbo hacia la colonia.
Llegamos a nuestra calzada de mármol y una nutrida legión de césares nos esperaba (yo les esperaba), nos sentimos seguros, atravesamos el pórtico que nos llevó al interior de la colonia y depositamos nuestra carga en las habitaciones del alimento. La guarda fuimos los últimos en entrar luego que cerráramos la puerta.
Hemos vuelto todos los césares, recorro las galerías subterráneas, nos sumergimos en la profundidad de la tierra, estamos reuniéndonos, yo les he convocado. Me veo… miríadas de césares habemos en la antesala de la gran Cámara del Lapislázuli y del Jade. Aparecen los césares alados, descorro el telón e invito a entrar a los demás. Vemos las paredes de jade, los techos de lapislázuli y columnas azules y verdes. Toda la habitación contiene esculpidas en su superficie nuestra historia. Es enorme, nada escapa a la memoria conocedora de la cámara. Algunos miran (observo) el principio, después de la funesta destrucción del sistema anterior. Existe en esta zona la formulación de cómo los césares llegamos a ver la luz, nuestra eclosión, nuestro inicio…
Antes de llegar al final de la cámara (que los demás lleguen), termino ( o alguno de los otros césares termina) de esculpir el último capítulo de la vida de los Mimercocésares, cuenta de la derrota en la batalla contra los Heyos.
1. Obra no publicada.
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DIJO1
Por Raséc Outis
cesar_anto2415@yahoo.com

¿Cuántas veces dijo mi padre?
(¿Cuántas veces ya no dirá?):
De Dios somos imagen y semejanza.
A muchos enseñaba
del que a su imagen y semejanza nos creó.

Y después de todo ¿es en mí su imagen?
Y en la total humanidad ¿es su semejanza?

―Jehová Dios, mi padre decía ―con su verbo
al mundo luz ha dado, abrir el mar ha podido
con su habla Jehová.
Y, al apelar a la minúscula divinidad
que su imagen, que su semejanza proporciona
Levántate, le he dicho a mi padre.
Levántate, le grité.
Levántate, le he susurrado.
Levántate…
Levántate, he suplicado.
Mas, se queda quieto en su sueño infinito,
inconsciente absoluto.
¿Cuántas veces dijo mi padre?


1. Obra inédita.

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Quilates de cultura

Por Dennis Durón Dávila

No se sabe con certeza cuando surgieron los cuentos y mucho menos los contadores. De lo que sí se puede dar fe es que desde tiempos muy remotos el hombre ha sabido usar el velo de la ficción como recurso para exagerar realidades, defender virtudes y criticar defectos. Con el transcurso del tiempo esas historias impregnadas de folclore dejaron de ir de boca en boca y se alojaron en la palabra escrita, permitiendo así el deceso lento de la espectacular simbología que hizo crecer el acervo cultural: la Tradición Oral -Literatura Oral que ha jugado un papel importante en la vida de cada habitante. Nuestro país no está exento de ese proceso y menos de esa maravilla que cada pueblo tiene a mano. Todavía hoy podemos encontrar a esos encantadores de fogatas y de noches de luna, que con inflexiones de la voz, ademanes y gestos en el rostro nos hacen transcurrir en el tiempo, despojarnos de estereotipos impuestos y adquirir con animado afán la forma primera de una joya literaria. Es por esa razón que este artículo, seduciendo lo que se abandona, ha querido presentar una descripción de la importante recopilación de la tradición popular (folclore) de toda Honduras que realizó el Dr. Jesús Aguilar Paz, el libro "Tradiciones y leyendas de Honduras1". Destacaremos, principalmente, el proceso y algunos de los temas que aparecen en el libro que resultó de dicha investigación (fortuita, a fin de cuentas, en un marco muy concreto: el interior del territorio nacional hondureño, mientras delineaba la superficie de su terreno para luego realizar el mapa de Honduras). Dejando evidenciado lo relevante que ha sido este trabajo es valido decir que, a la altura de grandes recopiladores y autores europeos (como Perrault y los hermanos Grimm), Aguilar Paz, su colección de tradiciones orales -cada relato contenido en este libro-, resume los nexos que hay entre los pueblos de Honduras, huellas o voces bajas que se fueron desconstruyendo en el tiempo, pero que a su vez cuentan y trastocan misterios que probable u originalmente eran historias de antiguas sociedades lejanas que no nos pertenecían.
Para conocer un poco del Dr. Jesús Aguilar Paz, diremos que nació en Gualala, Santa Bárbara, el 15 de octubre de 1895. Se graduó de maestro en instrucción primaria en la Escuela Normal de Varones de Tegucigalpa, en 1914. Se desempeñó como Secretario y Sub-director de la Escuela Normal de Occidente en la ciudad de La Esperanza. Recibió el título de Doctor en Química y Farmacia en la Universidad Central de Honduras. Fue Decano de la Facultad de Química y Farmacia, de 1950 a 1953. Estuvo casado con María Eva Cerrato Flores (lo hizo en el año de 1927, en la ciudad colonial de Pespire). También, fue Presidente de la Asociación de Farmacéuticos de Honduras, Delegado para Honduras ante la UNESCO, Diputado al Congreso Nacional, Presidente de la Sociedad de Geografía e Historia de Honduras. En 1969, recibe la orden Ramón Rosa, por sus altos méritos a favor de Honduras. Y el premio Nacional de Ciencias en 1971. Es autor del mapa general de la República de Honduras, para lo cual recorrió el país por su propia cuenta, desde 1915, hasta 1933. En la misma época levantó el croquis de los municipios de la Republica. Ambas obras contienen miles de toponimias de origen indígena. Además fue campesino, pastor de vacas, artesano tejedor de sombreros de palma, bibliotecario, botánico, caficultor, filosofo, historiador, arqueólogo, antropólogo, folclorista, lingüista, literato, poeta, dibujante virtuoso, músico (tocaba el acordeón), construyó una presa en el río Jacaleada, que soportó los huracanes "Francelia" y "Fifí", inventor (inventó un candado de combinación sin llave).



Escribió:


Laberintos de Alquimia. Tegucigalpa, 1918.
Tradiciones y Leyendas del País. Tegucigalpa, 1931.
Flora Nacional. San Salvador, El salvador, 1938.
Interpretación Química y Ley Periódica Universal. Tegucigalpa, 1947.
Educación Fundamental para Honduras. Tegucigalpa, 1948.
El Alfabetísmo en Honduras. Tegucigalpa, 1949.
Nueva Escala Estereoscópica de los Elementos.
Toponimias y Regionalismos de Honduras. 1970
El refranero hondureño. Tegucigalpa.
El Dr. Jesús Aguilar Paz falleció en Tegucigalpa el 26 de junio de 1974 (Su hijo, el Dr. Enrique Aguilar-Paz Cerrato, escribió su biografía con el nombre de "El Alquimista de Gualala", 1995).



"TRADICIONES Y LEYENDAS DE HONDURAS"


El Dr. Jesús Aguilar Paz, motivado por la cartografía, mientras levantaba nuestro mapa, desplazándose de un sitio a otro, consigue recorrer el territorio nacional, expedición que le orilla a conversar con ancianos y personas que dominaban las tradiciones de cada sitio que visitaba. Este libro surge de esas charlas, pero antes de ser publicado su texto original, el Dr. lo envió al concurso Nacional de 1930, en la rama de folclor, decisión que le hizo obtener el primer premio, comprometiendo a los organizadores a su publicación -Convenio que no se cumplió. La obra fue revisada y aumentada dos años antes de su muerte.
El Dr. Jesús Aguilar P., con una actitud crítica, decía odiar la indolencia de nuestro pueblo a sus tradiciones. Era poseedor de un nacionalismo hondureño posesivo y este libro, es un leve ejemplo de ello. En esa época, los estudios etnográficos apenas comenzaban, el por qué de la pobreza de la heredad legendaria de las tradiciones era desconocido por Aguilar Paz, y había muchas dudas en relación al nombre y origen de las regiones, aunque ciertas toponimias se notaban en unos pueblos y otros, dejando la posibilidad que habían sido conquistados entre sí.Según su juicio, Aguilar Paz, menciona dos motivos por los cuales es probable se haya dado el olvido de la tradición:



a. "(...) las invasiones desastrosas, de seguro las consumadas por tribus caribises, chichimecas o vernáculas, como la de los Lencas. Siendo estas corrientes migratorias tan primitivas y salvajes, es de creerse que carecieran de los frutos de la leyenda. Quiero decir, por ejemplo, que los chichimecas eran tan rústicos, como su nombre lo indica, que su época literaria recordativa y folclórica, fue posterior, cuando se inició su engrandecimiento en las orillas del lago Pátzcuaro, en México, lo que quiere decir que sus tribus disgregadas, estaban en un lamentable estado de atraso, sea que ellas hayan pasado por este país o que posteriormente hayan venido en son de conquista, lo que no es remoto, debido a las persistentes trazas filológicas, que he encontrado (...). Esto nos es más que una simple conjetura."
b. "Las incursiones de los salvajes zambos, hicieron mucho mal al orden colonial y varios pueblos se destruyeron por esa causa y se alejaron hacia el interior, donde la presencia de las autoridades era mayor garantía para sus vidas y propiedades."



Y con respecto a la leyenda dice:


"(...) para que la leyenda, la fábula y la tradición puedan brotar y conservarse, luciendo sus galas hiperbólicas, forzoso es que el ambiente natural y social, les formen un nido confortable; entonces con kilates de una cultura superior, surge el simbolismo trascendente o religioso y las deidades, en el cielo de lejanas teogonías, tejen el delicioso velo de la leyenda."
"Tradiciones y Leyendas de Honduras", más que resumir relatos y comentarios sobre la tradición, registra razones proverbiales y famosas de un país con el rostro de cada uno de sus ciudadanos.El libro contiene geografía y antropología, descripciones de minas y tesoros escondidos, canciones de infancia y de amor, coplas, bombas, poesías populares, adivinanzas y hasta el azoro de cuentos sobrenaturales.
Según Francisco Salvador (15 de octubre de 1989 -día que se finalizó el prólogo-):
"(...) junto con el Mapa de Honduras y la Flora Tradicional, "Tradiciones y Leyendas de Honduras", constituye el triangulo -del monumento que Aguilar Paz deja a nuestra identidad y cultura (...)".
El Dr. Aguilar Paz quiso proyectar en papel lo que se le había transmitido en palabras. Logró una colección no basada en el total del origen de nuestras "tradiciones", sino en lo poco que nos queda, pues conociendo lo blanda que es nuestra memoria, el escaso interés demostrado hasta ese momento y las diferentes circunstancias que provocaron fueran desapareciendo en el tiempo, se consiguió este libro, un catálogo, pudiera pensarse que en algunos casos falto de referentes veraces, pero cargado de emotividad individual, concepciones peculiares, experiencias sensibles y moderadas reconstrucciones. Voces suficientes que nos hacen revivir, aunque sea en un minuto, el miedo, la carcajada, la picardía, el peso moral y la espiritualidad que nos hizo vibrar alguna vez, de niños o, de correr con suerte, hace pocos días, meses o años.



FORMA


En este país predominantemente oral, "Tradiciones y Leyendas de Honduras" suma, recrea y expone de manera directa, historias de la historia, donde también interviene la geografía, la iglesia, el cancionero, las costumbres, la poesía, la leyenda y el cuento sobrenatural, todo fraccionado en relatos cortos que acaban por enriquecer y consagrar el origen nacional, la base de la memoria colectiva de esta tierra. Se desconoce el método que utilizó el Dr. Aguilar paz para recopilar este libro, la cantidad de informantes -que se cree fueron muchos-, las condiciones, las horas. Pero lo que sí está claro es la técnica con que se incorporó a la narrativa oral-escrita contemporánea, historias, según se entiende, de su propia apreciación, que constituyen una valiosa prueba del mundo frecuente y de los sucesos cotidianos.No hablaremos de todas las partes pero sí de algunas que son interesantes y que se hacen notar por si solas (las que no necesariamente son conocidas por todos en Honduras), ya sea por ser símbolos culturales o por el carácter enigmático que ha convertido a cada miembro de su sociedad en emisores del mensaje comunicativo.



A- Tradición Histórica


Ésta es la primera parte del libro, la que se centra en el arte de enseñar, propiamente: instruir. Nos adentra en el estudio de la historia de Honduras, en los distintos nombres que han cubierto el territorio de lo que hoy es esta republica. Apoyándose en historiógrafos como el Dr. Alberto Membreño o el costarricense Peralta (del cual, en su obra, sólo aparece su apellido), el Dr. Aguilar Paz hace mención del nombre: Hueymollan, traducido a: "gran mercado de comidas condimentadas con chile", o yéndonos a la más propia traducción: Guaymura, nombre de la región vecina al puerto de Trujillo.También se hace alusión a Higuera o Higueras, uno de los viejos nombres con que fue bautizada esta tierra. Y a la celebre frase que según Aguilar Paz no la dijo Colon sino unos marineros que buscaban a Cortés en Trujillo: "Gracias a Dios que hemos salido de estas honduras", por lo quebrado del terreno.



B- Brujería y superstición


Esta es una parte que comúnmente, en cualquier lugar, es muy elegida por los transmisores (contadores) debido a la inquietud de los receptores (oyentes). En ella se alude a los mensajes inevitablemente confrontados con lo esotérico (para establecer -"indirectamente"- reglas y evitar conductas deplorables -dentro de su sociedad-, también, como un servicio médico, o simplemente para agradar el momento en una reunión): ritos, santería y brujería, las transformaciones antropomórficas, los pactos con el diablo y los seres míticos como el duende.Como ejemplo de ritos podemos mencionar la prueba de La Tapúa: ciencia secreta de los Jicaques, grupo étnico extendido desde las montañas de Chasnigua, en el departamento de Cortés, Valle de Sula, Montañas de Mico Quemado y Nombre de Dios, la Costa Atlántica, Valles de Ocomán y Yoro, hasta la cuenca del Yaguala, ya en Olancho. No son todos los Jicaques que conocen este ritual, pues "se necesita mucho valor para llevarlo acabo" -se transmite de padre a hijo. Por medio de La Tapúa se saben las cosas por venir y se ve a la distancia. Consiste en dos cuerdas de pita, con unos nudillos, con los cuales juega el entendido, reza algunas oraciones y nombra a Marotaz -en dialecto jicaque, o sea el Diablo. Al cabo de algunos minutos, el de la prueba dice: "mira ya lo que deseas" formando dos gazas con las pitas o cordones, como ojos, y se pide a los interesados que hagan sus preguntas.



C- Costumbres populares


A esta parte le corresponden los hábitos establecidos por la Tradición Oral, que han adquirido mucha fuerza con los años, formando el carácter distintivo de una nación, un pueblo y las personas que habitan en estos lugares. Dentro de estos podemos encontrar a los famosos Guancascos2 (encuentros de santos) y a los bailes de fiestas patronales. Una danza que aparece dentro de esta parte es la Danza de la Serpiente. En tiempos pasados se afirmaba que Gil Gonzáles Dávila vino a estas tierras y se acercó a los Valles de Olancho y Jamastrán y encontró unas tribus que usaban extraños ritos, entre otros una danza llamada Danza de la Culebra (o de la Serpiente), la que llamó mucho la atención de los conquistadores. En el momento de esta recopilación, y por supuesto hasta hoy, la danza se ha perdido, no puede reconstruirse. Entonces, ¿por qué presentó algo que no puede describirse?, porque lo interesante de este apartado no es en sí la danza, sino el hecho que, como todo folclorista (folclorólogo), el Dr. Aguilar Paz se muestra apesarado en su reseña, pues le lastima que no quede huella de dicho hábito. Y la otra razón, aún más interesante, es que esta danza no se conserva por tradición, se perdió la costumbre de ella.


Para finalizar, el Dr. Aguilar Paz se nutre de las voces (información incomunicada), raíces inexplicables, atiborradas de simbolismo, de otras generaciones que aún se conservan en este presente que fue su futuro, lo que representa nuestra cultura popular. Logra estrecharlas con la literatura escrita en sus canciones, coplas, leyendas, fabulas, relatos, ritos, bailes, y los reproduce, pero esta vez colmados de literariedad. Sin dejar de lado el espacio y tiempo que les ha permitido por generaciones seguir vivos.





NOTA: La literatura oral más que una consecuencia es un resultado favorable y enriquecedor a nuestra historia, por su contribución a la tradición oral. Lo que a fin de cuentas es un testimonio de tierra y de cultura, el eco de una voz de generaciones de antaño.Cada rito, cada anécdota, cada costumbre, nos viste y le pertenece a la literatura indígena, donde ésta, más que un filtro o catalizador, es un puente que nos conduce al conocimiento y a la responsabilidad de aceptar y mantener vivo nuestro pasado.



1 Aguilar Paz, Jesús. Tradiciones y Leyendas de Honduras. Tegucigalpa, Honduras: Editora Museo del hombre hondureño. 1972.

2 Guancascos: celebración de visitas recíprocas de imágenes patronales, entre dos pueblos vecinos, el día de sus respectivas fiestas patronales -Anne Chapman.
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XI1
Por Gregorio Torchia

De caminos tempestuosos traigo ramos a sus pies;
Vengo a esparcir mis clamores inocentes.
Temo que mi vida pobre sea juzgada en un revés
Y témola de su censura, finalmente.
Para nada me importó el tiempo del viaje,
Ni mi muerte que usted pueda conjurar.
Este amor que yo pretendo y hoy le traje
Es el sueño de mis manos por sus ansias bien amar.

¿A cuantos caballeros ha mandado usted a volar?
Sólo espero no sumar la parte mía.
¿A cuantos trovadores no ha querido usted escuchar?
Si la aman en sonora melodía.
Mi poema es alma pura si le sirve;
Abundante en “Dios confieso” y peligroso,
Porque sí mi honrada voz la vuelve libre
Bañará su corazón de mil hinojos.

Y plantado en un gemido con la fuerza de llorar:
¡Cien espadas me han herido en airosa tempestad;
Mas ninguna como ésta han resueltomé espantar!

Mi señora, soy devoto en ventura a su razón,
Ya sus ojos se enclavaron en mi gallardo corazón.

Oscura noche, y sólo su luz me guía,
Señora mía… le doy mi contemplación,
En la alborada de una gana que me ardía
Soñé su diestra, ya aventurero no soy.

Os concédame señora… ¿qué resuelve su merced?
Por lo que diga estaré yo bien servido.
1. Torchia, Gregorio. "Tallos de ceniza". Papillium Editores. Tegucigalpa, Honduras, 1943.

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EL MANCEBO Y LA MOZUELA
Por: Fernando Martorell


En nuestros días, resulta bastante curiosa la disposición que algunas personas piadosas tienen a los juramentos que se ordenan en la fantasía. Ciertamente, dependemos de los ideales y del ánimo para que lo irreal nos dé resultados prácticos, cuando el primer impulso de razón o la base de toda voluntad solemne, se exagere y alcance un falso pensamiento con el que nos enfrentemos y definamos luego como un simple cuento de figuración vana de la inteligencia o una burda e inconclusa historia de amor. Siendo el caso, “real” es la palabra que define nuestra leyenda, aunque para muchos que la saben no lo sea y solamente les refleje espera, entrega y dolor; un pasado y un bendito corazón; impresión, sobrecogimiento, escalofrío. Lo cierto es que no hay uno solo que al sentir tales cosas o recuerde los detalles, no sienta pena, se estremezca y musite una oración entre los dientes.

La fecha y su nombre se desconocen, sólo dicen por ahí que en la ciudad de Gracias, departamento de Lempira, a orillas del río Mejocote, vivía una muchacha muy linda, muy interesante, envanecida como ninguna y despreciativa como la más. Que tuvo infinidad de pretendientes pero que uno solo no consiguió conquistar su sensible corazón. Mas un día llegó al pago donde vivía un forastero que se enamoró perdidamente de ella, sin que tampoco él le fuera enteramente indiferente. Sin embargo, de por medio estuvo su orgullo, como he dicho, de modo que bañada de arrogancia y de cierto exceso de estimación propia ahogó el amor que el joven había logrado despertar en ella con la frialdad que constituía el rasgo principal de sus inconexas y peculiares características. Pese a verse en repetidas ocasiones y confesarle aquél su inmenso cariño, no consiguió obtener una mísera respuesta definitiva, ni siquiera una esperanza.
Fue así que aquel joven forastero, cansado, afligido y enojoso, dejó transcurrir algún tiempo ante el silencio de la orgullosa muchacha. Pero, como la falta suma y la desgracia tienen varios colores, aun no sintiéndose vencido, el joven recurrió a los malos oficios de una bruja murciélaga, siempre en la esperanza de conseguir el amor de la doncella que nunca se conmovía; señora y ama de su corazón.
- Te iras -le dijo aquella de poderes extraordinarios- muy lejos. Donde ella ni nadie pueda saber nada de ti, y no volverás hasta que ella te llame. Lo sabrás, porque un día sentirás un deseo incontenido.

Y así lo hizo esa misma noche.

Sabido es, que la vanidosa muchacha, ya sea por el conjuro o por la verdadera blandura o suavidad del sentimiento, sintió de inmediato una atracción incomprensible hacia el ausente y estuvo a punto de hacerlo llamar y correr a su lado, pero nuevamente su soberbia pudo más que su pasión y en esa lucha tenaz fueron pasando los días, las semanas, los meses, los años pocos pero penosos que inexplicablemente dejaban en su cuerpo y alma las huellas implacables de la decrepitud y el ocaso. Pero eran la obsesión y el sueño de poder ver al joven un motivo más para continuar la vida, entretanto el encantamiento iba obrando lento pero seguro. Y fue entonces que un día, empujado por una emoción, volvió el mancebo. Pero cual no sería su desazón y su pena al encontrarse con el garabato que quedaba de la mozuela. De aquella mujer vivaz, interesante y bella no había nada; de su piel, sus modales, de su ilustre y noble porte y espíritu que casi habían llegado a enloquecerlo de amor y que años antes había sido el ideal de su existencia, no quedaba ni la sombra. Y horrorizado, sin esperar ni pedir, preso de una inmensa amargura, dolor y culpabilidad, huyó del pago sin dejarse ver, para no regresar nunca más.
Sí, el orgullo de aquella que alguna vez fue la más bella dama había sido castigado cruelmente.
Alterada, dudando un poco, mientras el joven se alejaba cada vez más, la doncella decidió correr tras él, buscarlo por todos los montes colindantes, imaginando encontrarlo, creyendo que pronto se sentiría entre sus brazos… Pero todo fue en vano. Al no hallarlo comenzó a correr y gritar desesperadamente, llamándolo, rogándole, empujando a todo el que se cruzara por enfrente, pero fue todo en balde. Horas más tarde, sin corazón, casi a rastras, regresó a su vieja casa, se internó en ella, encerrándose con doble llave, donde nadie más pudo verla.
Muchos años después; cuando el curso del tiempo se olvida de los nombres, de la cantidad de lluvias y de los colores que transforman lo que alguna vez fue; un grupo de niños, a través de una hendidura en la ventana, creyó distinguir una figura descolorida de mujer (como es), en un rincón de la vieja casa, observándolos inquietantemente, para luego esfumarse. Aunque otros también, un conjunto de restauradores temporales, aseguran que a veces parecen experimentar la vibración de alguien que mese sus cabellos, y un susurro mientras duermen, algo así como una confesión de delitos y pecados, y que al virar para sorprender el hecho perciben los ojos de una dama bellísima (como era), vestida con una especie de sayo de algodón blanco, y que cuando se le carea… se recula y escapa atravesando las paredes.
La verdad es que todos aseguran muchas cosas, y la verdad de la verdad es que es imposible descifrar estos sucesos de visiones quiméricas, pero, lejano a especulaciones, conformándonos con lo que nosotros pudimos sentir, diremos que en los atardeceres y en las noches de luna, en aquella vieja casona nadie se sabe solo, los gritos o susurros no existen y las sombras nunca se vieron, sin embargo, en la hora de lo misterioso, cuando el astro rey duerme profundamente, como reprochando que se profana el medio en que mora o como procurando que todo esté impecable por si se da la llegada del esperado, se puede oír el ir y venir de las ramas de una escoba, sonidos ágiles, lentos y prolongados, que comienzan siendo muy fuertes y terminan por ser casi inaudibles. Que ¿qué hacer? No desafiar… Conmoverse y permitirle la paz a lo que se desconoce.

Tegucigalpa, 19 de abril de 2007
1. Cuento inédito.
2. Folclorologo hondureño.

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